17.5.10

Principio de Novela

Prólogo

Leemos en La Historia Interminable de Ende un pasaje digno de ser recordado y con toda seguridad un lema para la vida

What I've started I must finish. I've gone too far to turn back. Regardless of what may happen, I have to go forward.

Entonces podemos decir que si hay algo que sigue presente en toda expresión originada en la mente de una persona es el coraje de seguir. Durante siglos, quizás milenios, hemos siempre desafiado la incertidumbre inherente a vivir que han dado lugar a las más variadas respuestas ante preguntas tan viejas como el hombre mismo. Y aún en la actualidad seguimos en la búsqueda de las respuestas, donde queda decir que Ende tuvo la razón en algo, su obra maestra es el homenaje que merecen incontables generaciones de hombres y mujeres por imaginar nuevas formas de contemplar el mundo y sus misterios. Este es mi homenaje a la creatividad humana y en especial mi forma de honrar a tantos hombres que han dado todo por el sueño no de cambiar el mundo en sí si no de aceptarlo tal cual es.

Capítulo I: La Melancolía de los Inmortales

Amanece en la gran urbe en la que se transformo el mundo antes conocido como Tierra, el hogar y tumba de una de las razas más extraordinarias que han pisado el suelo virgen donde se asienta la consciencia. Es tiempo de mi deber, catalogar lo que estos sujetos conscientes de su finitud crearon en un afán de inmortalizar sus ideales de belleza, bien y virtud. Es precios que sean recordados algunos (quizás todos) los hechos que implica el crear algo. Bien dicen que si algo que es elemental en este trabajo es entender lo que vivió cada artista y pensar lo afortunados que fueron quienes disfrutaron de estos magníficos logros de la genialidad humana. Decía uno de ellos, un tal Camus, que una vez aceptadas sus verdades les pertenecen, por lo que es infinitamente apreciable como cada hombre por sí mismo era un mundo único y misterioso.

Tal vez porque mi propia especie no lo es, aprecio cada acto de los hombres que tengo que archivar, soporto la indiferente realidad que me oprime y aún deseo seguir contemplando los tesoros que cualquier hombre era capaz de producir. Me gustaría creer en sus libros y en sus simples ideas, vacías para mis congéneres, pero tesoros de una sabiduría ancestral, absurda, humorística.

La diferencia entre los hombres y yo es que ellos, lo quisieran o no aceptar, eran mortales y por ello vivían disfrutando el momento en un mundo absurdo y al final ellos se transformaron en lo que buscaban. Ay de aquellos como yo que anhelan el vivir pues lo único que engendran es plaga; más vale nunca haber inquirido en los misterios del mundo y en su explicación.